La inversión en investigación y desarrollo
agrícola en los Estados Unidos durante el 2016, superó los US$ 25,000 millones,
convirtiéndose en una inversión
record histórica cercana al 7 % del
Producto Interno Bruto (PIB) del sector. Esta es la respuesta del subsector de agronegocios
norteamericano al imperativo de innovación que experimenta todo el sector
agroalimentario mundial, como consecuencia de la combinación de una alta
demanda de agroalimentos muy por encima de la oferta y por los bajos precios de
los commodities agrícolas. Solo Syngenta
y Monsanto gastan 9.2 millones de dólares
al día en Investigación y Desarrollo. En América Latina la inversión aproximada es de 1,15% con
relación al PIB agrícola, siendo Brasil, Argentina y México los
países que más invierten, mientras
que a nivel de la región centroamericana, países con ciertas similitudes a las
nuestras y con los cuales mantenemos acuerdos comerciales, tales como Honduras, Costa Rica y Panamá promedian 1 % anual con relación al PIB agrícola.
En el caso de República Dominicana, la
asignación presupuestaria al Sistema Nacional de Investigaciones Agropecuarias
y Forestales (SINIAF) en los últimos 8 años con relación al PIB agrícola
promedia apenas 0,30 %.
En
el salto cuantitativo en la inversión de los países desarrollados, se priorizan
algunas áreas y modelos de producción entre las que se incluye el campo de la biotecnología, ante todo el
desarrollo de la biología molecular y la ingeniería genética y el modelo de la
agricultura de precisión centrado ahora en la utilización de la información satelital
en el orden de los decímetros y
centímetros cuadrados, para optimizar hasta el mínimo nivel el consumo de
insumos para la producción agrícola y aumentar así la productividad.
Con
esta señal clara que envía el mundo desarrollado da respuesta a los múltiples
desafíos globales que genera un incremento poblacional de más de 2,200 millones
de personas proyectado para el 2050. Alienta a las autoridades del sector de investigación,
ciencia y tecnología dominicano a poner
sobre la mesa la Ley No. 190-7, que crea
el Sistema Nacional de Innovación y Desarrollo Tecnológico por lo que comienza
a manosearse el término de INNOVACIÓN y con frecuencia se hace uso del término con desconocimiento
de su significado y con sentido tergiversado, lo que podría dar
lugar a la toma de decisiones herradas
con respecto al tipo de investigación que debe realizarse en el sector agroalimentario
del país.
A fin
de unificar criterios respeto al tema INNOVACIÓN en el sector agroalimentario
dominicano, sugerimos que como punto de
partida se debe revisar el documento: “Estado
del Arte de la Innovación en la Agricultura
para Centro América y República Dominicana” elaborado por el Grupo Técnico de Investigación,
Tecnología, Transferencia e Innovación (GTITTI). Este documento fue redactado
por representantes de los países de Centroamérica (Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala,
El Salvador y Panamá), así como Belice y República Dominicana, en el marco de la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y quien suscribe representó a República
Dominicana. El documento base para el inicio de las discusiones fue
el Manual de Oslo, así como algunas definiciones de carácter regional de Innovación para la Agricultura,
tales como:
Rivas Platero (2014) la innovación es
cualquier conocimiento (nuevo o existente) que se introduce o se utiliza en un
proceso económicamente o socialmente relevante. La innovación incluye no sólo
la adopción de una nueva tecnología de
producción por parte de un pequeño agricultor, sino también una serie de otros
procesos, tales como la reorganización de las estrategias de mercadeo, el uso
de un nuevo aprendizaje y el método de enseñanza por parte de agentes de
extensión agrícola, así como la introducción de una nueva técnica de
procesamiento por una empresa agroindustrial. En ese sentido, la innovación puede ser de índole
institucional, tecnológica y social. La innovación social alude a la mejora
sustancial de estrategias, conceptos e ideas, organizaciones, productos o
servicios que buscan mejorar las necesidades sociales de los beneficiarios.
Trigo,
Pomareda & Villareal (2012) definen la innovación como las mejoras
concretas (en lo productivo, económico, social, ambiental) sobre las
situaciones actuales, como producto de que nuevos conocimientos y tecnologías
son internalizados en procesos económicos y sociales específicos.
Pomareda (2013) señala que las
innovaciones en la agricultura se
reconocen como tales cuando ya se
utilizan en cierta medida por los
productores y las etapas anteriores
pueden considerarse como pruebas o ensayos.
Algunos
de los indicadores más relevantes que inciden en el proceso de innovación, para
el sector agropecuario, son:
Ø Inversión en investigación
y desarrollo en la agricultura como porcentaje del PIB nacional.
Ø Índice Global de
Innovación (consultar Innovation Global Index 2014)
Ø Solicitudes de
patentes relacionadas con agricultura.
Ø Número de
publicaciones en revistas indexadas relacionadas con agricultura.
Ø Número de esfuerzos
(iniciativas, programas, proyectos) trabajando en plataformas o redes para la innovación.
Ø Número de
innovaciones implementadas mediante plataformas o redes en un sistema de
innovación.
Ø Número de
productores que han implementado innovaciones.
Ø Tipo de innovaciones
implementadas.
Considerando la escasa asignación de fondos que recibe el subsector investigaciones agropecuarias, el indicativo
“Número de productores que han implementado innovaciones” tiene que ser priorizado por encima de “Número
de publicaciones en revistas indexadas relacionadas con agricultura” y del
indicativo “Solicitudes de patentes relacionadas con agricultura”. Esto
responde, en cuanto al sector agropecuario, a algunas de las preocupaciones externadas por ciudadanos, incluyendo
al Dr. Leonel Fernández, que expresan
con sobrada razón la baja generación de patentes generadas en República
Dominicana.
Para lograr impactar el
indicativo que tomamos como meta “Número de productores que han implementado
innovaciones” el Sistema Nacional de
Investigaciones Agropecuarias y Forestales (SINIAF), es pionero en el país
implementando un proceso que realiza el
círculo virtuoso completo y logra identificar en talleres con técnicos,
investigadores y productores lideres, los problemas que afectan el sector
agropecuario y forestal de cada región, para seleccionar líneas de investigaciones
prioritarias.
Se realiza luego una
convocatoria en la que participan: e Instituto
Dominicano de Investigaciones Agropecuarias y Forestales (IDIAF), Instituto de
Innovación en Biotecnología e Industria (IIBI), las universidades que realizan
investigaciones, ONGs y otras organizaciones con estas capacidades. La
participación de las universidades en el
proceso de convocatoria para optar por los fondos de investigación es
precisamente una de las mayores contribuciones del CONIAF, logrando con esto la
democratización del uso de los escasos fondos asignados al sector agropecuario
para investigación, a lo cual se tiene acceso
por competencia, en donde las mejores propuestas se seleccionan
para el financiamiento, lo que asegura
que el acceso a estos fondos se realiza mediante un proceso competitivo.
Estas propuestas se ejecutan
con acompañamiento del CONIAF, luego se toman y socializan los resultados que
son promisorios (productos tecnológicos) y mediante convocatoria para la
transferencia de tecnologías, esos resultados se entregan al sector productivo
nacional. Es así como en un tiempo prudente se puede hablar de innovaciones, si los productos tecnológicos que se transfieren
son adoptados por los productores.
Como se puede observar, el
proceso de convocatorias del SINIAF va dirigido principalmente a resolver
problemas puntuales del sector productivo nacional. Esta decisión nos direcciona a realizar llamados a presentar
propuestas de investigaciones aplicadas
y, en muy escasas ocasiones, investigaciones
básicas que son las fuentes principales de patentes y publicaciones indexadas.
Debe puntualizarse, que por
la escasa asignación de recursos al subsector de investigación se dejan de
realizar decenas de validaciones de tecnologías disponibles en los Centros de
Investigaciones Regionales del Consorcio
de Centros de Investigaciones (CGIAR).
Tal es el caso del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) cuya labor es aumentar la seguridad
alimentaria, reducir la pobreza rural, mejorar la salud y la nutrición humana y
asegurar un manejo sostenible de los recursos naturales. También, se ha
paralizado el proceso de transferencia de tecnologías de otras decenas de
productos tecnológicos generados o validados localmente en el SINIAF, los que
podrían servir de base para conseguir una gran parte de las innovaciones que
necesita el sector agroalimentario
nacional para enfrentar los grandes desafíos que se avecinan en áreas como pobreza,
alimentación y salud de la población rural entre otras de las priorizadas por
la Estrategia Nacional de Desarrollo.
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