|
cesarmatosrd@yahoo.com
(República Dominicana)
Durante
muchos, muchos años Satanás (el diablo) ha venido ocultando al mundo el
verdadero significado de la Navidad; y al hacerlo, al mismo tiempo, hace al
mundo incrédulo respecto de su propio papel como padre de la mentira. Él es el
mismo mentiroso que hizo caer el primer Adán en el Huerto (Génesis 3,6). Astuto
engañador es Satanás, la serpiente antigua, que ha conformado al mundo a un
sistema de ideas y conceptos que acepta
cómoda y complacidamente.
Hemos
aceptado cómodamente que la Navidad es el anuncio de Santa Claus, o que es la
llegada de papá Noel, o cualquier cosa que tu quieras creer “libremente”.
Viendo así las cosas la Navidad puede ser un árbol vestido de luces, adornado
con copos de nieve y diminutos angelitos colgados que parecen mariposas. El
mundo nos relaciona este evento con dulces, vinos, pavos y lechones; nos empuja
a relacionar la manifestación más importante del amor de Dios a la humanidad
con regalos, banquetes y comilonas. No está mal que nos regalemos unos a otros
si no nos olvidamos del propósito original.
La
Navidad no son los villancicos ni la música de la temporada, pero ambos deben
dar testimonio de la verdad y alabar a quien verdaderamente es la Navidad.
La Navidad no se opone a la tradición, pero la tradición debe exaltar a
aquél a quien le dio origen.
QUÉ ES LA NAVIDAD
La
verdad es que la Navidad tiene que ver con el cumplimiento de la promesa de
Dios a una humanidad sin esperanza, de enviarnos un Salvador.
La Navidad no es un evento que se le ocurrió a una familia terrenal de Nazaret,
sino que este fue un plan elaborado por la familia celestial (la Santísima
Trinidad, conformada por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo). Para el mundo
de entonces, tal vez este fue un simple evento rural en el que nace el niño Emmanuel sin que los reyes de la tierra lo
celebraran.
La
Navidad es el nacimiento del Salvador (Lucas 2,11), es la esperanza de salvación de los perdidos.
Es la buena noticia anunciada al mundo por medio de los profetas (Isaías 7,14),
por Gabriel a María (Lucas 1, 26-38), y por los ángeles a los pastores de Belén
en aquella noche gloriosa (Lucas 2, 8-20).
La
Navidad es la renovación del plan de Dios para compartir la eternidad con los
hijos de Adán por medio del sacrificio de nuestro Señor Jesucristo, quien no conoció
pecado y fue obediente hasta la cruz.
La
Navidad es la llegada del Salvador al mundo. Es el cumplimiento de todo trámite
legal para que un hombre, que era Dios al mismo tiempo, pagara por los pecados
de todos, y para que por medio de Él obtuviéramos nuestra libertad.
Cumplido
el tiempo, quiso Dios que el árbol de la vida (que es Jesús) fuese plantado en
una cruz del monte calvario, para que todo aquél que en Él cree no se pierda,
más tenga vida eterna (Juan 3,16).
2013 AÑOS DESPUÉS
Diciembre
es solo un pretexto que Dios permite para que al finalizar el año examinemos
nuestra vida y nos demos cuenta de que sin Dios no iremos a ningún lado, y que
para llegar al Padre necesitamos al Hijo, porque solo el que ha bajado del
cielo conoce el camino para llegar de vuelta. Jesús es el camino para volver al
Padre (Juan 14, 6).
Este
fin de año Dios quiere tocar las familias. Convirtamos el banquete de Navidad
en la fiesta del Cordero. Jesús es el cordero de Dios que limpia el pecado de
nuestra familia (Éxodo 12, 2-14).
Hace
2013 años Dios envió a su Hijo para que nazca en el seno de una familia de
Nazaret. Esta es una verdad eterna que podemos traer de vuelta al seno de la
nuestra, si le abrimos las puertas al Salvador y le invitamos a que nazca una
vez más en el pesebre de nuestro corazón. ¡El lo puede hacer porque es
Dios! Acaso hay algo imposible para Dios?
Dios
está esperando hoy que por el anuncio de Gabriel te dejes embarazar de la
Salvación y prepares tu templo para que entre en tu casa el Rey de la Gloria.
Este tiempo es propicio para volver a la fuente y hacer un voto ante Dios. Es
tiempo de arrepentimiento, y tiempo de perdón de deudas.
La
Navidad no es un fin de año, sino el comienzo de una temporada de Pascua,
tiempo de gracia, tiempo de amnistía general para todos los prisioneros de la
muerte, una verdadera fiesta en la que Dios Padre, por medio de su Hijo, nos
ofrece salvación gratuita a cambio de nuestro humillación.
CONCLUYENDO
Si
hoy ha llegado la revelación de la Navidad a tu vida, te invito a que vengas al
banquete de la Pascua que se anuncia, para que comas y bebas sin pagar, porque
“mi carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida” –dice el Señor–
(Juan 6, 53-57).
Este es tu
día. Entra con tu familia en el lugar secreto (Mateo 6,6), pide perdón a Dios
por los pecados de tu casa. Pídele a Jesús que nazca en tu vida y que gobierne
tu casa. Prométele que le vas a amar y a servir todos los días de tu vida. Por
medio de Jesús toda tu casa será restaurada conforme al plan original de Dios.
Nuestro Padre Celestial a través de su Hijo –Yeshua Ha Mashiaj– prometió que
iba a reconciliar (restaurar) consigo mismo todas las cosas, como está escrito:
“Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud; y por medio de Él
reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las
que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz
(Colosenses 1, 19-20). Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario